jueves, 27 de septiembre de 2012

Galería de personajes: Sherlock Holmes

Sherlock Holmes es uno de los personajes más idolatrados e imitados a lo largo de la historia de las historias. Sir Arthur Conan Doyle creó a mediados de siglo XIX un personaje que daría mucho que hablar durante los dos siglos siguientes, y lo que le queda. Su casa, en el 221b de Baker Street, en Londres, es una de las más visitadas, cuando aparece una nueva adaptación en cine, se convierte en una de las más taquilleras e incluso cuando aparece una serie basada en él, al poco es una de las más vistas y comentadas. Hace poco, hablando con una amiga, le dije que me gustaba Sherlock Holmes y que me habían gustado las películas en las que lo interpreta Robert Downey Junior. Ella me dijo que le parecían demasiado fantasiosas. Entonces, le expliqué que son las que mejor adaptan las historias.


 Así que se me ha ocurrido que la mayoría de la gente conoce a Sherlock Holmes como un personaje mítico, pero no sabe realmente cómo es el original, el de Conan Doyle.
¿Cómo es Sherlock Holmes?
Holmes es un hombre joven, que trabaja como detective asesor, un oficio que él mismo ha tenido que crear para ayudar a la mismísima Scottland Yard a resolver misterios. Es inquieto, adicto a ciertas sustancias que abren su mente, un ascético que puede pasar días sin comer cuando trabaja porque la comida embota la mente, amante de la música (siempre acompañado por su violín), curioso, es capaz de identificar varias decenas de tipos diferentes de tierra que hay solo en Londres, conocer cientos de tipos diferentes de tabaco, pero no conoce el funcionamiento del sistema solar porque eso poco importa para la ciencia de la deducción. También es camaleónico, un maestro del disfraz capaz de convertirse en un anciano o en una pobre lavandera para pasar desapercibido entre el ajetreo de caballos y carruajes de Londres, o entre el barullo de los viajantes que se acumulan en una estación de tren. Y sobre todo, es impredecible. Le gusta verse acompañado por el doctor Watson, médico y veterano de guerra que aguanta estoicamente sus excentricidades por el placer de verse acompañado de alguien tan excepcional como Holmes. No le gusta la esposa de Watson porque la ve como una amenaza. Le gusta Mycroft, su hermano de mente más asombrosa que la suya pero intenciones más tranquilas. Le gusta Irene Adler, su eterna relación amor-odio. Y sobre todo le gusta Moriarty, su eterna relación admiración-rechazo. Quiere acabar con él, encerrarle, desmantelar su organización, hacerle desaparecer… pero disfruta enormemente jugando con su eterno enemigo, con una mente igual de asombrosa que la suya.
Así es Sherlock Holmes, el hombre capaz de poner en práctica su método deductivo, la ciencia de la deducción, como él la llama.
Así es el personaje creado por Sir Arthur Conan Doyle, que tantas veces ha sido imitado, muchas veces mal y muchas veces bien, a lo largo de los dos últimos siglos. El Holmes clásico, con gabardina, pipa, mirada serena y su sempiterno “elemental, mi querido Watson”, es el falso, el mal imitado. El Holmes que ha sido recuperado recientemente camaleónico, violín, mirada inquieta y su eterno “ya conoce usted mis métodos, Watson, utilícelos”, es el verdadero. Es Robert Downey Junior, es el doctor House y también es Benedict Cumberbatch a medias.
Así es Sherlock Holmes, señoras y señores, y por mi parte, le seguiré la pista a este personaje tan clásico y a la vez tan sorprendente.
Ustedes conocen sus métodos.
Utilícenlos.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Cincuenta sombras de Grey

El libro del momento, al menos hasta que haya otro y la gente se olvide por completo de este, me ha decepcionado. Profundamente. Realmente pensaba que los lectores actuales eran más exigentes. Y antes de que nadie se me eche encima o se disponga a rasgarse las vestiduras, voy a contar, a grandes rasgos, por qué Cincuenta sombras de Grey no me ha gustado.


Según he oído, no sé si será una leyenda urbana o no, la autora leyó la saga Crepúsculo y se dijo "¿pero qué mariconada es esta?". Insisto, no tengo pruebas, así que no sé si será verdad o no. Y se dijo: "voy a escribir un libro como debe hacerse".

Y así surgió Cincuenta sombras de Grey.

Para empezar, se nota que la autora ha leído Crepúsculo. ¿En qué? En todo el argumento. A ver si os suena de algo: una chica del montón, algo patosa y con grandes problemas de autoestima conoce a chico guapo, rico y con un alto nivel de carisma. La protagonista tiene una madre que ha tenido varios maridos y vive lejos con el último, en una zona del sur con la playa cerca. El padre de la protagonista (o el que ella considera su padre), es un hombre reservado, con dificultades para encontrar una mujer y al que le gusta la pesca. El protagonista es un hombre que nunca se ha enamorado, que siempre ha apartado a las mujeres de su lado. Es adoptado, tiene varios hermanos y tiene dinero hasta decir "basta".

Es el argumento de cualquiera de las dos historias. ¿En qué se diferencian? En que en una el protagonista es un vampiro que tiene miedo de hacer daño a la chica y en la la otra es un adicto al sadomasoquismo que tiene miedo de hacer daño a la chica.

Cincuenta sombras de Grey comienza siendo un libro romántico del montón hasta que aparece el sadomasoquismo. Y ahí termina todo el interés. El libro no tiene intriga ninguna. En ningún momento el lector se encuentra deseando saber qué ocurrirá a continuación o sorprendido por algún giro de la trama.

Además, los personajes son absolutamente planos. No evolucionan en ningún momento. Que alguien me podría decir: "oiga, que Grey aparta a las mujeres de su lado pero con Anastasia cambia". Sí, pero cambia antes de que comience la historia. Cuando la historia comienza, el personaje ya es así. Anastasia (o Ana, como a ella le gusta que le llamen igual que Isabella prefiere que la llamen Bella), es poco creíble. La chica se pasa todo el libro diciéndonos lo patosa que es y lo propensa que es a meterse en líos (otra vez, igual que Bella), pero salvo una caída al comienzo del libro, no vuelve a mostrar indicios de esa patosidad congénita.

Sí que hay dos cosas que me han gustado: la forma en que está escrito (se nota que la autora tiene un estilo más depurado que Stephenie Meyers) y la forma que tiene la protagonista de mostrar su interior a través de su subconsciente y de la diosa que lleva dentro.

¿Y el final? Predecible e insulso. No tengo ningunas ganas de leer el segundo libro después de haber leído el primero. Puede que cuando termine la interminable pila de libros que tengo pendientes me decida a darle otra oportunidad a la historia, eso sí, cuando se haya borrado el recuerdo de la primera de mi memoria.

Y un consejo a la autora. Puede que la saga de Crepúsculo sea edulcorada, mojigata y no haya sexo duro, pero tiene algo que Cincuenta sombras de Grey no podrá alcanzar jamás: una historia interesante, unos personajes cautivadores y tramas secundarias. El lector está deseando leer la segunda parte después de saber que James es el culpable de que Alice se convirtiera en vampiro, quiere saber cómo se ganó Jasper sus cicatrices, por qué Rosalie es tan borde o si Jacob superará el rechazo de Bella. Se llaman personajes secundarios, unos personajes secundarios que pueden cautivar al lector tanto como los principales. Unos personajes secundarios que en Cincuenta sombras de Grey brillan por su sosa existencia.
 
Por cierto, he leído que una productora ya ha comprado los derechos para hacer la película. Sinceramente, sabiendo que mucha gente ha leído el libro por la gran campaña de publicidad que han hecho, supongo que también harán una campaña similar para la película.
 
Y por supuesto, el merchandising que la misma editorial se ha encargado de distribuir: una corbata gris, una máscara y unas esposas. Las portadas de los libros y supongo que unos juguetes para que las lectoras utilicen y se sientan Anastasia Steele.