jueves, 13 de diciembre de 2012

Momentos impactantes: "La caída de Gandalf"


Continuando con la sección de momentos impactantes, paso del momento de Perdidos en esta entrada a uno de los momentos más recordados por los lectores de la saga de J. R. R. Tolkien.
El señor de los anillos es una saga impresionante. Tiene muy buenos momentos y algunos de ellos memorables. Todo el que haya leído la trilogía coincidirá conmigo en que es un libro que te marca. No es del todo fácil leerlo, pues a veces se hace pesado. Hay quien me ha dicho que la primera vez que leyó el libro lo hizo de cabo a rabo, pero que las siguientes se saltó las canciones de los elfos, por ejemplo. También hay muchas descripciones detalladas y también es exacto en cuanto a la vida diaria de los protagonistas. Para que me entendáis, yo acabé cansada de pasajes en los que se decía cosas como que Legolas gasta quince flechas en una batalla, pero recupera ocho, por lo tanto, en su carcaj le quedan veintitrés; o de seguir la cuenta de la cantidad de pan de lembas que les queda a los hobbits.
 
Como comprobará el lector, me estoy refiriendo a las novelas y no a las adaptaciones de Peter Jackson en el cine, a pesar de que haya elegido imágenes de las películas para ilustrar la entrada. Y no es que no me gusten las películas, que me encantan, es que a veces no son todo lo fieles que deberían (que sigo diciendo yo, que Sombragris se llama así por un motivo evidente).
En los libros hay un momento en el que la descripción detallada brilla por su ausencia y ese es el momento impactante de esta entrada:

 
Os pongo en situación. Los miembros de la comunidad han llegado al acuerdo de continuar su viaje atravesando las minas de Moria. Cuando ya vislumbran la salida, alguien a quien temían encontrarse les sale al paso: Balrog, el demonio de fuego. No voy a entrar en detalles de si describe correctamente al Balrog o no (quien tenga curiosidad, en los DVD de la película Peter Jackson habla de los problemas que tuvo para recrearlo porque no hay ninguna descripción de Tolkien sobre él). Lo que sí voy a comentar es lo que sucede después. Gandalf les pide a los otros ocho miembros de la comunidad que huyan mientras él le intercepta el paso. Frodo trata de retroceder. Lo obligan a seguir. Gandalf grita aquello de “¡Soy siervo del fuego secreto! ¡Guardián de la llama de Idún! ¡No puedes pasar!”. El Balrog se le enfrenta… Y Gandalf cayó. Literalmente “Y Gandalf cayó”. Esas tres palabras, situadas en una única línea independiente marcando el final del capítulo resultan impactantes, porque el comienzo del capítulo siguiente describe cómo el resto de miembros de la comunidad salen de Moria y continúan su camino. El lector se pregunta: “¿qué?”. Regresa a la página anterior y vuelve a leer las tres dichosas palabras: “Y Gandalf cayó”.
 
El lector debe presuponer que esas tres palabras significan que ha muerto, pero sé de alguien que me debatió esa interpretación. “Aquí pone que Gandalf cayó. Eso es que se ha caído. ¿Por qué no vuelven a buscarlo? Seguro que está allí, esperando que alguien vaya a ayudarle a levantarse. Está mayor, pobrecito…” Yo me reí, porque ya había terminado la trilogía y sabía que Gandalf realmente cayó al precipicio para regresar como Gandalf el Blanco. Sea como sea, esas tres palabras y esa imagen visual es de lo más impactante de la primera parte de la trilogía.
¿No os parece?

No hay comentarios:

Publicar un comentario